Virtudes y Fortalezas
Según Peterson y Seligman, las fortalezas de nuestro carácter son procesos o mecanismos psicológicos que definen a cada una de nuestras virtudes. Los autores sostienen que el ser humano es poseedor de 6 virtudes, y cada una de estas virtudes se clasifican con distintos grupos de fortalezas a través de las cuales se manifiesta, y que, si bien son similares entre sí, se diferencian una de la otra.
La primera de las virtudes, en realidad, abarca dos atributos: la sabiduría y el conocimiento, que en conjunto implican la adquisición y uso de un saber determinado. Esta virtud nos invita a intercambiar conocimiento con otras personas, y a ayudarlas en su proceso de aprendizaje. Esta virtud habla de una habilidad para hacer uso de la inteligencia y ponerla en relación con la experiencia, en función de buscar soluciones o respuestas a determinadas situaciones. Algunas de las fortalezas a través de las cuales se manifiesta esta virtud son: la creatividad, la curiosidad, la apertura mental y amor por el aprendizaje.
En segundo lugar, encontramos la virtud del coraje, que se refiere a la fuerza de voluntad que una persona desarrolla para superar ciertos obstáculos. Nos mantiene en acción, y nos ayuda a que el miedo no nos paralice. Implica el uso y fortalecimiento de la voluntad para lograr metas. Algunas fortalezas emocionales como la valentía, la persistencia, la vitalidad y la integridad son las que representan a esta virtud, y son las que nos incentivan a realizar actos de valor tanto por los demás como por nosotros mismos.
La tercera virtud se denomina humanidad. Esta virtud posee una esencia de servicio hacia el otro, y nace de la preocupación sincera por los demás. Las personas que poseen esta virtud presentan como característica distintiva tener la empatía a flor de piel; es decir, son sensibles ante el dolor ajeno, y solidarios ante situaciones de inequidad. Quienes disponen de esta virtud tendrán, sin duda, la capacidad de establecer relaciones amistosas con los demás. Las fortalezas a través de las cuales se manifiesta la humanidad tienen que ver con la inteligencia emocional, la bondad y el amor.
La justicia es la cuarta virtud: implica determinar la concepción que culturalmente tengamos acerca de un bien común. Una persona con esta virtud puede llevar una vida en comunidad saludable; es justa y determina de forma objetiva los derechos, responsabilidades éticas y morales hacia los demás. Algunas de las fortalezas a través de las cuales esta virtud se manifiesta son la equidad, la ciudadanía y el liderazgo.
Por otro lado, la quinta virtud -la de la templanza- es la que nos hace fuertes para evitar caer en excesos que pueden dañarnos, tanto a nosotros como a nuestro prójimo. Nos permite aprender y entender acerca de qué necesidades reales tenemos y debemos satisfacer; en otras palabras, nos invita a ser moderados. Tener la madurez de no dejarnos llevar por caprichos y tentaciones es una de las principales características de esta virtud, que comprende como fortalezas a la autorregulación, la prudencia, el perdón, la misericordia y la modestia.
Por último, la virtud de la trascendencia tiene como base reconocer que nuestra vida ocurre dentro de procesos más amplios de lo que nuestros ojos terrenales puedan llegar a comprender. La trascendencia habla de la capacidad que tenemos como seres humanos de interpretar todas nuestras experiencias de vida como parte de una totalidad que nos trasciende. En esta categoría, las fortalezas que percibimos abarcan la apreciación de la belleza y la excelencia, la espiritualidad, el sentido del humor, la esperanza y la gratitud. La trascendencia, por ende, nos hace estar conectados con el presente y con cada uno de nuestros procesos desde un lugar esencialmente espiritual.