El fenómeno de la comunicación y el coaching.
Durante muchos años, la teoría de la comunicación se sustentó en el hecho de que esta se compone de un emisor, un mensaje y un receptor. Este enfoque muestra a la comunicación tecnológica, pero no da cuenta del fenómeno humano de la comunicación. Por ejemplo, la comunicación tecnológica implica que si un locutor emite un mensaje por el micrófono de la emisora radial, ese mensaje se codifica en ondas de radio que luego el receptor radial decodifica transformándolo en voz humana.
El fenómeno de la comunicación humana es mucho más complejo. ¿Cuántas veces lo que decimos no es lo que el otro escucha? ¿Cuántas veces el mensaje se distorsiona, elimina y generaliza para el oyente? Los malentendidos en la comunicación sólo dan cuenta de que el modelo de la comunicación tecnológica y la humana tienen poco que ver.
La etimología de la palabra comunicación remite al hecho de "tener en común", "hacer común". Sin embargo, debido a los factores, culturales, lingüísticos, personales y profesionales construimos nuestros modelos de mundo de forma diferente y, por ende, cuando hablamos lo hacemos desde esa plataforma; pero también cuando escuchamos. Hablamos y escuchamos lo hablado desde nuestro particular mundo interior.
Esto nos pone en alerta, ya que implica que al hablar lo que el otro entiende depende en gran medida de su propio modelo de mundo, del tipo particular de observador que es. Pero también implica que el hablante habla desde su propio observador, contaminando lo que dice con su propio modelo de mundo.
Nuestra calidad de vida está comprometida por el tipo de conversaciones que tenemos con nosotros mismos y con otros.
La calidad de esa conversación es directamente proporcional al tipo de vida que llevaremos, de cómo saldremos adelante, de los aprendizajes que lograremos, o de los fracasos y problemas a los que nos enfrentaremos. Nuestra vida, decía Nietzsche, está consagrada a la conversación. Habitamos en un diálogo eterno con nosotros mismos y con los otros. Diálogo que se interrumpe con el llegar de la muerte como fin abrupto de toda conversación, plagándonos de conversaciones truncas, de palabras no dichas, de frases no expresadas y párrafos enquistados en el alma. En resumen, de todo lo dicho, los seres humanos estamos enfermos de palabras y también nos sanamos por las palabras.
El lenguaje desde otro lugar, no solo nos revela como bien sabemos, sino que además nos crea. Nos creamos como los seres que somos en el lenguaje y por medio de él. No podemos escapar del lenguaje ni podemos huir de acto autocreativo que ejercemos al hablar, no importa si es en privado o público. En definitiva, lo que somos hoy es el producto del sinnúmero de conversaciones que tuvimos a lo largo y ancho de nuestra historia personal, los cuentos que nos contamos de nosotros mismos, las narrativas que expresamos sobre nuestra vida, la forma en que relatamos el devenir de nuestra existencia.
El coaching, en este sentido, es una forma particular de conversar. En la conversación de coaching, el coach y el coachee entran en una sintonía emocional y lingüística que permite, mediante preguntas, cuestionar nuestros mapas del mundo, nuestra manera particular de observar la realidad y, por ende, empezar a revisar la forma en que la realidad aparece ante nuestros ojos.
Por todo lo expuesto anteriormente, entendemos que el coaching desde esta mirada se convierte en un diálogo empoderador que, a fuerza de preguntas, indagación y exploración, logra limpiar el alma del coachee de creencias disfuncionales, de formas de observar agotadas, de lenguaje carente de poder.
Siguiendo esta línea argumental, podemos decir que el coaching, en tanto diálogo empoderador, es capaz de guiar el alma del coachee a incorporar creencias funcionales, desarrollar una forma de observar generativa y construir un lenguaje cargado de posibilidad.
En otro orden de ideas, podemos decir que el coaching también es una profesión emergente, cuya finalidad es el desarrollo personal para lograr un máximo desempeño. Por otro lado, también es una modalidad de aprendizaje que está orientada a transformar la forma del ser que estamos siendo, cambiando así la manera en la cual observamos la realidad con el objetivo de expandir nuestras posibilidades y capacidad de acción, incrementando nuestra efectividad y bienestar. Esto implica, de alguna manera, que el coaching es una profesión que se basa en el diseño de futuro apalancándose en la formulación de objetivos personales o profesionales que disuelvan los problemas presentes.
El coaching es un modelo de intervención dialógico. Todas las sociedades tuvieron referentes de transformación y sanación. En las tribus, este rol lo ejercía el chamán, en la religión cristiana, el pastor o el sacerdote, en la cultura griega el vidente y, más adelante, el sofista o el filósofo, en otras culturas este rol fue encarnado por el médico. Entrados en el siglo XX, el psicólogo y el psicoanalista se apoderaron de este rol. Hoy creemos que las nuevas tendencias, los cambios abruptos que irrumpen sin aviso en el entorno social, los cambios tecnológicos, las nuevas creencias, la hiperconectividad y la necesidad constante de rápida adaptación, hacen que los procesos extensos no sean los más adecuados para situaciones cotidianas que, de no resolverse rápidamente, pueden convertirse en inconvenientes graves.
Entendemos que el coaching es la opción más adecuada para quienes desean aprender a aprender, para quienes desean crear una vida más plena y feliz que se vincule con la mayor expresión de sí mismos. Es la opción más conveniente para quien quiere reencontrarse con esa parte de sí olvidada por los años y las responsabilidades, para el que desea transformarse para cambiar su vida. Para el que quiere hacer que las cosas pasen.
Tannia Ivana Santos.
Directora y fundadora de Ñu.