Relaciones y vínculos ¿Son lo mismo?
Las relaciones y los vínculos... ¿son lo mismo? Pues la respuesta definitivamente es no.
Antes de dar los ejemplos, comencemos por el principio: qué es una relación y cómo se diferencia de un vínculo. Los vínculos se establecen en el momento que nacemos, tienen que ver con nuestro entorno biológico; es decir, padre, madre, hermanos, abuelos, y con todos a quienes nos une un lazo sanguíneo. Quieras o no, tu madre será tu madre, y lo mismo con tu padre, hermanos y abuelos, incluyendo todo nuestro árbol genealógico, pues "te rasques con lo que te rasques, ésta seguirá siendo tu familia".
Ahora bien, la relación es algo que nos involucra a nosotros y otra persona y en la que ambas partes están de acuerdo, indistintamente de si los une un lazo sanguíneo o no. Una relación tiene muchos componentes como la comunicación, por ejemplo. Estos componentes definen, de alguna manera, el carácter de esta relación.
Muchas veces solemos creer que tener un vínculo nos obliga a tener una relación, y por doloroso que suene, no siempre es así, y está bien que así sea, ya que todos somos seres individuales y tenemos el poder de decidir si la relación y el vínculo son compatibles o no.
En mi caso, por fortuna, vengo de una familia en la que todos gozan de buena salud; por ello, tengo a mis cuatro abuelos hoy con vida y -debo decir- en buen estado físico y mental. Muchos podrían decir que tengo la fortuna de poder "disfrutar a todos mis abuelos", y aquí vemos el claro ejemplo de una relación versus un vínculo.
Yo fui, en el caso de mis abuelos maternos, la primera nieta. En el caso de mis abuelos paternos, la segunda. Durante mi infancia los cuatro estuvieron presentes, algunos de cerca y otros a distancia; algunos durante el verano, otros el resto del año. Y así fue hasta mi preadolescencia. Y las relaciones, como cualquier ser vivo o energía vibrante, necesitan de alimento, de dedicación, de combustible. De no ser así, la planta se seca, los seres vivos mueren, la energía se disipa, o se transforma.
Mis cuatro abuelos son excelentes personas, han dedicado su vida a sus familias y a su trabajo, a criar buenos ciudadanos, y han sido sin duda buenos ciudadanos toda su vida. Eso no influye sobre la predisposición, o no, de querer dedicar tiempo a la alimentación de una relación con una de sus tantas nietas.
De mis abuelos maternos podría decir que, más que ser parte de mi vida, son parte de mí. No tengo recuerdo o memoria en la que ellos no hayan estado presentes. No tengo recuerdo de aprendizajes que no hayan sido de la mano de ellos. En primera fila, o en el último lugar, siempre han estado presentes. Ellos, además de un vínculo, en mi vida son una relación y ocupan un rol. Son parte de mis aciertos y de mis fracasos. Son quienes me dan el visto bueno o el visto malo ante cualquier circunstancia, y, además, son hoy unos bisabuelos increíbles...
Por otro lado, están mis abuelos paternos. Con quienes tengo recuerdos de veranos divertidísimos en una ciudad de mucho calor. Un abuelo con una nobleza más grande que su cuerpo, y una paciencia realmente admirable. Y una abuela que podría aconsejarte en cualquier momento de tu vida con un salmo de la Biblia.
Como dije antes, ciudadanos ejemplares, pero con quienes hoy solo tengo eso, recuerdos y un vínculo que existirá hasta el fin de mis días. Pero no más que eso.
¿Alguien tiene la culpa? Definitivamente no. Ni yo, nieta, por no intentar recuperar una relación, ni ellos, abuelos, por no insistir en tenerla. Las relaciones involucran dos partes, y si esas dos partes no acuerdan, pues las relaciones no continúan.
Pero como nosotros somos dueños de nuestras vidas, y podemos hacer que las cosas pasen, que un vínculo haya existido sin relación hasta ahora, no significa que no pueda tenerla cuando lo deseemos. Y vos ¿estarías dispuesto a comenzar una relación a pesar de los años que hayan pasado sin tenerla?
Julieta Anahí Mendoza
Facilitadora en distinciones de Coaching.