APRENDER, CAMBIAR, CRECER, REPETIR.
Cuando hablamos de aprendizaje, nos referimos a la manera en la que ampliamos nuestro mapa.
Pensalo así: existe una brecha entre nuestro estado presente y el estado que buscamos alcanzar. Un aprendizaje implica, entonces, utilizar esta brecha como un puente para ir desde nuestro estado presente, en el que nos encontramos insatisfechos, hacia un estado deseado en relación con nuestros recursos.
¿Cómo aprendemos?
Abraham Maslow, uno de los protagonistas y psicólogos más influyentes de la psicología humanista, estableció cuatro etapas del aprendizaje:
Primera etapa: incompetencia inconsciente. En este estadio no hemos adquirido un conocimiento determinado, pero tampoco somos conscientes de que no lo hemos hecho. Generalmente, puede que a este conocimiento no lo reconozcamos porque no es una necesidad para nosotros (aún).
Segunda etapa: incompetencia consciente. En este momento no hemos adquirido el conocimiento, pero ahora sí somos conscientes de que lo necesitamos.
Tercera etapa: competencia consciente. Aquí ya hemos adquirido el conocimiento, ¡pero nos es imposible aplicarlo sin estar concentrados por completo! Es como cuando aprendemos a manejar: al principio nos es casi imposible manejar correctamente si estamos pensando en una segunda cosa, ¿verdad?
Cuarta etapa: competencia inconsciente. Ahora el aprendizaje ya ha sido adquirido y somos capaces de realizarlo "automáticamente", de manera inconsciente. Es decir que no será necesario que estemos pensando en él para aplicarlo.
Por otro lado, Rafael Echevarría, uno de los padres del coaching ontológico, desarrolló el modelo OSAR, a través del cual habla de la interacción del observador, el sistema, las acciones y sus resultados al aprender.
Echevarría sostiene que es imposible obtener resultados distintos ante determinada situación, si nuestro comportamiento frente al mundo no ha cambiado.
Este modelo parte de un resultado existente gracias a un plan de acción previamente diseñado. Es decir que, según esta mirada, todo plan de acción tendrá como consecuencia un resultado determinado.
Hablando del aprendizaje en primer orden, menciona que todo resultado es la consecuencia de un sinfín de acciones previas; por lo que, si tenemos intenciones de obtener un resultado distinto, será preciso detectar cuáles fueron las acciones que nos llevaron a él.
Luego aparece el aprendizaje en segundo orden, en el que el protagonista es el observador que ha diseñado las acciones. Aquí es momento de hacer un cambio de mirada y de perspectiva: si somos capaces de modificar a este observador y hacerle ver otro punto de vista que conlleve a otro resultado, habremos alcanzado un aprendizaje de segundo orden.
Es decir que el aprendizaje transformacional requiere de una modificación en el núcleo "duro" del observador. Es necesario lograr un cambio en el juicio, pero siempre dentro del sistema. Aquí es cuando ocurre un cambio de observación y somos capaces de diseñar un plan de acción completamente distinto, buscando resultados completamente diferentes también.
En definitiva, todo aprendizaje nos conducirá a un cambio en nuestro estado. Para ello, debemos ser capaces de afrontar los cambios que estos aprendizajes requieran, y de vivir en consecuencia desde una perspectiva positiva y provechosa.